La primavera da paso a la entrada del calor y con él las ropas más ligeras, los días de playa y… las preocupaciones por el exceso de peso, muchas veces acumulado durante el invierno cuando la gente “se suelta”.
Como
afecta el estrés en el peso.
El hecho de ser una
persona nerviosa y de vivir un tipo de vida estresante, o sólo por el hecho de
estresarse porque se está siguiendo una dieta y no se pierde peso, pude
comportar el efecto “engorde”.
Cuando una persona se encuentra
muy estresada secreta una cantidad muy alta de cortisol, también llamada
hormona del estrés. El cortisol hace que el cuerpo acumule la energía necesaria
para la respuesta al estrés, una respuesta que prepara al organismo,
biológicamente, para la lucha y para la huida. En el caso que viviéramos en la
selva nos sería muy útil, pero aquí dónde vivimos, si estos niveles son muy
altos y mantenidos en el tiempo, además de comportar problemas para el sistema
inmunológico, de fertilidad y óseos, también puede comportar un aumento de
peso.
El cortisol afecta a la
acumulación de grasa alrededor de los órganos y cuando esta hormona presenta
unos valores altos la persona tiene muchas ganas de comer carbohidratos y
grasas. Al no quemarse, ya que la persona estresada no gasta la energía
acumulada que gastaría si huyera de un animal o de un peligro, éstos se van
acumulando principalmente en el abdomen.
Al llegar la primavera,
la persona estresada además de sufrir el estrés por no poder disminuir de peso,
poco a poco va menguando su autoestima, creando una situación cada vez más
angustiante, provocando más secreción de cortisol, más aumento de peso, menos
autoestima, pudiendo llegar a deprimirse.
A tener en cuenta
también que un aumento de cortisol orgánicamente favorece la aparición de
depresiones o reincidencia en personas que tengan predisposición.
La
psicología en relación a la obesidad
Los factores
psicológicos tienen mucha importancia en el control de la sensación de saciedad.
También es importante tener en cuenta los problemas que puedan presentarse como
consecuencia de un cambio en la imagen, el problema de la distorsión que
presentan personas con un leve exceso de peso.
De la misma manera que
hay personas que son muy benevolentes consigo mismas, la amplia mayoría son
excesivamente autocríticas y, presentando un peso normal se encuentran involucradas
en una dura lucha contra el aumento de peso.
En este sentido también
es importante la evaluación del monólogo interno, de los pensamientos y las
frases que la persona se dice a sí misma y que la puede llevar a comer en exceso.
También son importantes analizar los pensamientos negativos cuando se ha dado un
atracón.
Cuidado con frases y
pensamientos de este estilo:
-
En referencia al “tengo que”: Tengo que
perder peso cada semana.
-
El “todo” y el “nada”: No he podido
evitar comer dulces, ahora que más da, me los como todos.
-
El fatalismo: No creo que este
tratamiento funcione en mí.
-
El “no puedo”: No puedo dejar de comer
entre horas.
-
Las excusas: Mañana empezaré.
-
La sobregeneralización: ante un día que
no se respeta la dieta uno se dice a sí mismo, “nunca cumplo con la dieta”
-
Las etiquetas: No tengo fuerza de
voluntad. No he podido nunca.
Factores
de riesgo psicológico implicados en la obesidad.
Existen una serie de
factores de carácter psicológico que predisponen a las personas a que tengan
facilidad para ganar peso. Muchos de esos factores pasan desapercibidos para la
persona y se encuentran que ganan peso y no saben porqué. Estos factores son:
1.- No saber afrontar,
o hacerlo mal, situaciones que provocan frustración o ansiedad.
2.- Una autoestima
negativa o bajo autoconcepto.
3.- Ser impulsivo y no
ser capaz de posponer una experiencia gratificante.
4.- Estados de ánimo
depresivos, de angustia o nerviosismo.
5.- No disponer de un
mecanismo de auto-regulación que mantenga un equilibrio entre la ingesta de
calorías y el gasto energético.
6.- Sentimientos de
incapacidad para controlar la propia vida.
7.- Dar demasiada
importancia a los mensajes que provienen del entorno social y de los medios de
comunicación.
8.- Confundir ansiedad
nerviosa con deseo de comer, usar el acto de comer como distractor de la
ansiedad.
¿Podemos
considerar que existe un perfil propio de la persona que siempre tiene hambre?
El mecanismo del hambre
está controlado por una glándula llamada hipotálamo. Esta actúa cuando el nivel
energético de las células disminuye provocando que el cerebro emita un mensaje “necesito
comer”, provocando en el estómago una sensación de vacío. El problema aparece
cuando una vez solventada esta deficiencia energética de las células, el
hipotálamo sigue enviando la orden de comer cuando recibe unos determinados
estímulos, tanto visuales como psicológicos.
Hay un tipo de personas
o grupos sociales que presentan más tendencia a comer más de la cuenta y por
motivos que nada tienen que ver con tener hambre:
- El caso de mujeres que se pasan el día
en casa y la forma que tienen de liberar las tensiones y, por el bajo esfuerzo
que comporta por su disponibilidad, van picoteando durante todo el día, a pesar
que durante las comidas regulares estén siguiendo una dieta.
- Personas que comen correctamente durante
la jornada laboral, pero cuando llegan a casa se estiran en el sofá y compensan
el estrés del trabajo comiendo delante de la tele.
- Personas que “comen para curar las penas”,
para compensar la soledad, por aburrimiento, por una desilusión…. para llenar
el vacío que sienten.
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