jueves, 31 de marzo de 2016

La difícil relación entre padres e hijos



Las relaciones más complicadas se encuentran con la primera generación, tanto mirando arriba como abajo, es decir entre padres e hijos. Las relaciones con los abuelos y los nietos separados por dos generaciones no son tan complicadas, puesto que se da por sentado que existen muchas diferencia educacionales y sociales entre ambas generaciones y se respeta dicha distancia.

Existen dos tipos de relaciones entre padre e hijos que acaban comportando problemas y que forman parte de los dos extremos.

Por un lado tendríamos al padre/madre “colega”,  que pretende ser amigo/a de sus hijos. Los que tratan de aconsejar cual amigo se tratara y pierden de vista su rol. Para esto ya tienen a sus amigos, de parecida edad y parecidos intereses. No tenemos que perder de vista que la sociedad es cambiante y no existen ni épocas más correctas que otras, ni tiempos mejores o peores, simplemente son diferentes, y aunque la experiencia de los progenitores es un grado, a lo mejor no sirve al cabo de veinte años.

Por otro lado tendríamos al padre/madre “jerárquico”, el que marca una línea gruesa entre las dos generaciones, creando un gran vacío entremedio que hace imposible una comunicación fluida y dinámica. Del típico “porque yo lo digo”, “aquí mando yo”, “vas a hacer lo que yo te diga”, etc. La relación es de un estamento superior (los padres) hacia  un estamento inferior (los hijos), obligando a estos a que cumplan con las órdenes que el estamento superior impone.

Parece que entre estos dos extremos, parecería que el primero es mejor que el segundo, pero no es así. El padre/madre “colega” puede perder de vista su rol y acabar creyendo que se trata de un amigo/a para su hijo/a. Le va a aconsejar sobre las decisiones que tiene que tomar, lo que “él o ella” haría en su lugar, lo que escogería,…. Pero con una diferencia de edad, por lo general, superior a veinte años. Si vemos como era la sociedad en márgenes de veinte años, no es lo mismo, ni se asemejan, los 60, los 80, o los 2000. Se pueden acabar dando consejos que actualmente resultarían obsoletos, perdiendo de vista también la objetividad. E incluso se pueden trasladar problemas de adultos a niños que, por su edad, no están preparados para ello.

El otro extremo ya es más evidente que la relación no es buena, puesto que no hay relación. La falsa idea de preparar a los hijos para la vida, cual militar se tratara, rompe el lazo emocional que debería existir entre padres e hijos. Por norma general, ante tanta orden llega el momento de la revolución filial, cuando el hijo/a se revela y empieza a incumplir las órdenes que recibe. Luego empieza la lucha por el mando, el tira y afloja de la cuerda que suele llevar a que ésta se rompa. Para los padres, serán los hijos quienes la han roto, para los hijos serán los padres, pero el resultado será “una cuerda afectiva rota”

Pero al fin y al cabo, ni los padres nacen “aprendidos” ni los hijos tampoco, simplemente forman parte de dos generaciones distintas. Y lo que tendrían que hacer los hijos cuando son padres es comprender que el comportamiento de cada persona forma parte de “sus circunstancias”. Cuando se deja de juzgar por lo que se hizo y se intenta restablecer el lazo “dañado”, ya como una relación de adulto a adulto, a lo mejor se pueden llegar a comprender y perdonar daños mutuos.

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