jueves, 31 de marzo de 2016

La depresión: entre la biología y la psicología




Hablando desde una perspectiva personal, ya que he cursado la licenciatura de Biología y Psicología, te das cuenta de que la  gente te viene siempre con la misma pregunta, siendo en mí caso ya un tópico: ¿qué relación tiene la Psicología con la Biología?. A mí al principio me extrañaba tal pregunta, pues me parecía de lo más obvio, pero a lo largo del tiempo me di cuenta del déficit de información que existe entre las dos disciplinas, por ende científicas, llegando a la conclusión que la gente lo que me preguntaba era: ¿qué tiene que ver un “loco” con un insecto o con el ecosistema de un río?. 

Visto así tiene su lógica, en principio no tienen que ver gran cosa, pero... tanto una ciencia como la otra no son sólo esto.

Cuando se habla de depresión para que esta aparezca, tienen que solaparse diferentes factores; en primer lugar, que la persona en sí tenga una predisposición genética que la haga proclive a sufrir en un momento de su vida una depresión (biología pura); en segundo lugar necesitaríamos de unos factores desencadenantes, que suelen ser externos, llamémosle estrés, competitividad, falta de recursos, etc. para que ésta se active (psicología pura); y en tercer lugar tienen que existir una serie de factores que la mantengan, bien sea internos o bien sean externos (aquí sería una mezcla de las dos ciencias.)

Explicándolo mediante un ejemplo: imaginemos que dentro del cerebro hay unas “sustancias” que nos ayudan a realizar las acciones, que nos impulsan y nos levantan el ánimo, una especie de “café”; pero, como todo polo tiene su opuesto, hay otro tipo de “sustancias” que actúan a la inversa, nos diminuyen la acción, hacen más lentos nuestros movimientos y nos desaniman, una especie de “freno”. La correcta proporción entre estas sustancias es la que nos llevaría a hablar de estado normal, nos sentiríamos ni muy alterados y eufóricos, ni muy apagados y tristes.

Siguiendo con el ejemplo hablaríamos de depresión cuando las sustancias que nos hacen sentir más apagados y tristes, “los frenos”, predominan sobre los alegres que nos tiran adelante, “los cafés”, en el caso contrario hablaríamos de manía, cuadro que aparece en la depresión bipolar.

A lo largo de los años, y muchas veces por simple casualidad, probando una serie de fármacos en trastornos diferentes a los que nos ocupa, se han ido descubriendo y perfeccionando una serie de sustancias que ayudaban a regular estos procesos y  llevaban al organismo hacia un equilibrio entre los diferentes neurotransmisores (los que nos animan y los que nos decaen), estas sustancias son las que hoy en día se usan  y en muchos casos abusan, en los tratamientos farmacológicos como antidepresivos.

Ahora bien, actualmente se sabe que estos neurotransmisores o sustancias que regulan nuestro estado anímico no actúan de manera simple, eso quiere decir que no es tan fácil como el hecho de decir tienes poca concentración de esta sustancia o más de aquella, ya que estas sustancias repercuten sobre las hormonas, sobre el sistema inmunológico o sobre todo el organismo en general a modo de cascada de reacciones químicas. O sea que si estas sustancias cambian su concentración y aumentan o disminuyen hacen a su vez que otros sistemas del cuerpo humano noten su efecto y esta es la explicación del porqué la depresión puede dar muchos síntomas, bien sean cognitivos, como ideas y pensamientos negativistas, bien fisiológicos, como insomnio, trastornos del hambre, dolores musculares, bien sean conductuales, como la lentitud de movimientos.

En referencia a la sintomatología, que puede ser muy variable, a pesar que el síntoma predominante puede ser y es muchas veces la sensación de tristeza sin causa aparente, nos encontramos con depresiones donde esta tristeza no se presenta, de manera explícita, y predomina más la falta de fuerzas, la merma de las facultades, también sin causa alguna, la sensación de que la persona “tira” por inercia, sin nada que la estimule a seguir adelante, sin ilusión, pero sin tristeza.

Es importante para la persona que se note así que no se sienta culpable por la forma en que se siente, ni que piense que esto se debe a una personalidad débil, ya que nada tiene que ver, siendo las causas principalmente orgánicas y biológicas, como lo serían en un caso de tiroidismo o diabetes, que también pueden dar síntomas parecidos aunque para la gente la causa parezca más clara y evidente.

También es muy importante en el diagnóstico descartar otras causas, ya que la depresión puede ser derivada de otras patologías y en este caso es importante tratar de forma prioritaria la patología de la cual derive, por ejemplo en la menopausia es común que aparezcan síntomas depresivos, pero si no se trata adecuadamente el desarreglo hormonal, la depresión va salir airosa de cualquier tratamiento.

El tratamiento a seguir en cada caso debe tener en cuenta:
-          Un análisis médico exhaustivo de la persona, siempre descartando patologías primarias o cualquier otra razón física.
-          Si en el análisis médico queda descartada cualquier causa, se procede a buscar factores externos desencadenantes, ya que cambiando éstos o cambiando la actitud de la persona ante los factores estresantes  se pueden reducir los síntomas de depresión, según sea el grado y origen de ésta.
-          Si no se localizan factores externos se empezará a tener en cuenta los factores endógenos o internos de la persona, la concentración de neurotransmisores y hormonas, bien por antecedentes familiares bien por pruebas indirectas.
-          Con esta información se tratara la depresión desde la inclinación que sea más pertinente, bien sea la biológica, bien sea la psicológica o por ambas a la vez.

Relación entre colesterol y  depresión.

Por si no había suficiente relación entre la Psicología y la Biología se ha corroborado en numerosas investigaciones la relación existente entre colesterol y depresión.

Ya sabemos que la hipercolesterolemia o tener el colesterol alto es un factor de riesgo muy importante para sufrir una enfermedad cardiovascular, pero es muy menos conocida la relación existente entre una tasa de colesterol bajo y algunos trastornos mentales, entre ellos la depresión.

El colesterol es precursor o materia prima de muchas hormonas, entre ellas las sexuales, como el estrógeno, y también es conocida su relación con la regulación de la serotonina, la sustancia que nos levanta el ánimo y nos hace sentir bien. Así una tasa de colesterol bajo podría tener efecto en la conducción de las sustancias que nos mantienen animados, que nos mantienen activos y nos hacen sentir contentos, haciendo que tales sustancias o bien disminuyan o bien su conducción sea más lenta, y como resultado tendríamos poca sustancia animadora circulando por nuestro cerebro.

La reducción brusca del colesterol, como podría ser el caso de algunas dietas muy estrictas puede afectar el estado anímico.






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