Hoy hemos despertado
con la inesperada noticia de que un señor llamado Donald Trump, xenófobo,
misógeno, agresivo de conducta y sin ningún atributo intelectual, gana las
elecciones de un país que tiene mucha influencia en todo el planeta.
Cómo explicarnos que
una mujer mexicana, como salió en las noticias, defendía a ultranza a ese señor
en la construcción de un muro anti-emigración de su pueblo.
Ese personaje, porque
es un personaje televisivo, ha conseguido convencer de lo inconvencible a
millones de personas para que votaran en contra de sus intereses. A eso se le
llama manipulación de masas.
Con la verdad por
delante no se llega a ningún lado, incluso con los ideales por delante, tampoco.
Se necesita “descuadrar” a la gente, ahora te digo blanco y ahora te digo
negro, mientras están pensando qué dice, les enchufan la información que desean
oír. En el caso de EEUU que su nación es la mejor, que la unión hace la fuerza,
como si de un ejército se tratara.
Buena jugada psicológica
la del payaso Trump y sus asesores. Consigue atraer la atención, aunque sea en
negativo, ataca a su rival con golpes bajos saltándose las formas socialmente aceptables,
y así gana.
El cargo le viene
grande, como se va a ver próximamente. Ha sido declarado presidente y su
discurso ya no es guerrillero ni ofensivo, ha perdido su papel de atacante y
ahora el punto de mira es él, cosa que le incomoda más.
Respecto a la gente que
lo han votado, es el claro de ejemplo de manipulación de masas, que
aborregados, acaban defendiendo lo que siempre habían criticado.
La política no deja de
ser un juego de rol actual o los antiguos juegos de mesa que tanto me encantaban
hace años, como el Stratego o el Risk.
Gana el mejor jugador,
no el mejor político. Así va el mundo.
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