sábado, 24 de septiembre de 2016

La muerte y nuestra sociedad.



Los egipcios creían en la reencarnación después de la muerte física.

Los griegos creían en la existencia de un alma inmortal que salía del cuerpo al morir y migraba hacia otro cuerpo físico para conseguir la purificación completa.

Los hindús creen que el alma retorna después de  la muerte según la conducta que tuvo la persona en vida.

Los budistas creen en la existencia de un alma universal y única, en la cual cada persona combina diferentes elementos de ésta.

Judíos y cristianos NO creen en estas teorías. Esta es la base de la filosofía y del pensamiento religioso oriental. Tanto si se cree en el cielo o en el infierno, como si no se cree en nada después de la muerte, provoca mucha más ansiedad e hipocondría que las anteriores creencias.

De todas las perspectivas e hipótesis de lo que pasa cuando una persona fallece, el hecho de creer que la muerte física comporta una desaparición de la persona, psicológicamente supone la opción que comporta mayor malestar en la vida. La persona se puede pasar la vida sufriendo por su muerte y la de los seres queridos, o sea, muriendo día a día.

Psicológicamente lo que provoca más dolor a la persona es la incertidumbre, y la muerte es incierta, por tanto imposible de planificar, y así lo tendríamos que aceptar. ¿A alguien le preocupa dónde estaba antes de nacer?, pues lo mismo.

Otra pregunta que conlleva este tema es: ¿estamos socialmente preparados para escuchar a una persona que se está muriendo?. Personalmente lo recomiendo y mucho. La información que proporciona una persona moribunda está más allá de cualquier conocimiento.

Tenemos que aceptar la muerte como un acontecimiento que pasa con un 100% de probabilidad, hacer oídos sordos a este tema y tenerlo como tabú, no ayuda en absoluto.

En la vida importa más la calidad que la cantidad y en eso es en lo que verdaderamente deberíamos centrar nuestra existencia.


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