Los egipcios creían en la reencarnación después
de la muerte física.
Los griegos creían en la
existencia de un alma inmortal que salía del cuerpo al morir y migraba hacia
otro cuerpo físico para conseguir la purificación completa.
Los hindús creen que el alma
retorna después de la muerte según la
conducta que tuvo la persona en vida.
Los budistas creen en la
existencia de un alma universal y única, en la cual cada persona combina
diferentes elementos de ésta.
Judíos y cristianos NO creen en
estas teorías. Esta es la base de la filosofía y del pensamiento religioso
oriental. Tanto si se cree en el cielo o en el infierno, como si no se cree en
nada después de la muerte, provoca mucha más ansiedad e hipocondría que las
anteriores creencias.
De todas las perspectivas e
hipótesis de lo que pasa cuando una persona fallece, el hecho de creer que la
muerte física comporta una desaparición de la persona, psicológicamente supone
la opción que comporta mayor malestar en la vida. La persona se puede pasar la
vida sufriendo por su muerte y la de los seres queridos, o sea, muriendo día a
día.
Psicológicamente lo que provoca
más dolor a la persona es la incertidumbre, y la muerte es incierta, por tanto
imposible de planificar, y así lo tendríamos que aceptar. ¿A alguien le
preocupa dónde estaba antes de nacer?, pues lo mismo.
Otra pregunta que conlleva este
tema es: ¿estamos socialmente preparados para escuchar a una persona que se
está muriendo?. Personalmente lo recomiendo y mucho. La información que proporciona
una persona moribunda está más allá de cualquier conocimiento.
Tenemos que aceptar la muerte como un
acontecimiento que pasa con un 100% de probabilidad, hacer oídos sordos a este
tema y tenerlo como tabú, no ayuda en absoluto.
En la vida importa más la calidad que la cantidad
y en eso es en lo que verdaderamente deberíamos centrar nuestra existencia.
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