martes, 1 de mayo de 2018

NO, siempre es NO.


A  raíz de la sentencia publicada sobre el caso de violación a una chica de dieciocho años por los auto-llamados “la manada” se ha puesto en punto de mira no sólo al estamento judicial en concreto, sino también a la sociedad en general.

No voy a entrar en este escrito sobre lo que me supone como mujer y como conocedora de leyes, el fallo de la sentencia, y en concreto el voto particular de un Magistrado, que, obviando los hechos probados, se limita a resolver como “hombre”.

En lo que sí voy a entrar es, cómo lo ve la sociedad en general. Aunque el rechazo ha sido numeroso, aún faltan muchos hombres que condenen tales actos y no los vean como simple provocación por parte de la chica y que ellos no pueden controlar, por su biología explosiva.

La educación sexual es un tema que debería tratarse de pequeñitos, sin tabúes ni tonterías de otros tiempos.

Pero la educación sexual no sólo consiste en explicarle a una niña lo que no debe hacer, que no debe salir por la noche, que cuidado con los desconocidos, que…. siempre “cuidado” y “más cuidado”.

También se debe educar a los futuros hombres, en el respecto a la mujer, en el control de los impulsos (aunque estén borrachos), en que un sí no explícito, siempre será no y más vale pecar por defecto que por exceso.

Hasta que no cambie la educación de los niños, no cambiará la conducta de los adultos.

Una cosa tan simple como el comentario que he oído miles de veces: una mujer que va con muchos hombres es una puta, pero el hombre que va con muchas mujeres es un macho, muestra la sociedad machista en la que vivimos. No nos extrañemos pues que como machos salvajes se comporten algunos.

Se tiene que reflexionar en qué falla en una sociedad dónde cada día se agreden sexualmente a cuatro mujeres, como si esto fuera una “ruleta china” para cada mujer que va por la calle, que sale por la noche con unos amigos o que tiene al enemigo en casa.

Culpabilizar a la víctima a menudo resulta más fácil que culpar al agresor. Porque detrás del agresor hay unos padres que no lo han sabido educar en el respeto, en una educación sexual sana y consentida. Y también hay unos amigos cómplices que lo vitorean y aplauden y no denuncian cuando lo ven.

Hace falta más compromiso social, más educación sexual y menos machismo. Y sobre todo, en vez de educar a las niñas de lo que no deben hacer, educar a los niños de lo que jamás  deberían hacer.

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