A raíz de la sentencia publicada sobre el caso
de violación a una chica de dieciocho años por los auto-llamados “la manada”
se ha puesto en punto de mira no sólo al estamento judicial en concreto, sino
también a la sociedad en general.
No voy a entrar en este
escrito sobre lo que me supone como mujer y como conocedora de leyes, el fallo
de la sentencia, y en concreto el voto particular de un Magistrado, que,
obviando los hechos probados, se limita a resolver como “hombre”.
En lo que sí voy a entrar
es, cómo lo ve la sociedad en general. Aunque el rechazo ha sido numeroso, aún
faltan muchos hombres que condenen tales actos y no los vean como simple
provocación por parte de la chica y que ellos no pueden controlar, por su
biología explosiva.
La educación sexual es un
tema que debería tratarse de pequeñitos, sin tabúes ni tonterías de otros
tiempos.
Pero la educación sexual
no sólo consiste en explicarle a una niña lo que no debe hacer, que no debe
salir por la noche, que cuidado con los desconocidos, que…. siempre “cuidado” y
“más cuidado”.
También se debe educar a
los futuros hombres, en el respecto a la mujer, en el control de los impulsos
(aunque estén borrachos), en que un sí no explícito, siempre será no y más vale
pecar por defecto que por exceso.
Hasta que no cambie la
educación de los niños, no cambiará la conducta de los adultos.
Una cosa tan simple como
el comentario que he oído miles de veces: una mujer que va con muchos hombres
es una puta, pero el hombre que va con muchas mujeres es un macho, muestra la
sociedad machista en la que vivimos. No nos extrañemos pues que como machos
salvajes se comporten algunos.
Se tiene que reflexionar
en qué falla en una sociedad dónde cada día se agreden sexualmente a cuatro
mujeres, como si esto fuera una “ruleta china” para cada mujer que va por la
calle, que sale por la noche con unos amigos o que tiene al enemigo en casa.
Culpabilizar a la víctima
a menudo resulta más fácil que culpar al agresor. Porque detrás del agresor hay
unos padres que no lo han sabido educar en el respeto, en una educación sexual
sana y consentida. Y también hay unos amigos cómplices que lo vitorean y
aplauden y no denuncian cuando lo ven.